martes, 6 de octubre de 2015

Lo que una druida aprendió en su jardín. Lecciones de un granadito.

Hace cinco años, me encontré en la calle con un vendedor de plantas. En su carrito, llevaba un hermoso granado que no medía más de veinte centímetros. Estaba lleno de hojas verdes y cargado de pequeñas flores de un intenso color bermellón. Dos frutitas colgaban de sus ramas, doblándolas por el peso. Pero algo me entristeció un poco. La maceta era muy pequeña para él, y me pareció que se sentía atrapado.

Por $120 pesos, lo llevé a mi casa. Se mudó a una maceta más grande, y comenzó a crecer y crecer. Por tres años, me regaló hermosas flores y frutitas muy pesadas para sus ramitas, siempre incomibles pero igualmente hermosas.

La depresión me llegó hace tres años. Ya no pasaba tanto tiempo con mis plantas como antes, y aunque notaba que el granado no andaba bien tampoco podía hacer mucho por él, si no podía hacerlo por mi misma.

Era pleno Julio cuando me dí cuenta de que estaba totalmente seco. Todo parecía normal; no estaba infectado, la maceta estaba bien drenada, estaba en un lugar apropiado en cuanto a luz y aire. Pero estaba seco. Todos en casa pensamos que estaba muerto.

Mi madre, en su infinita sabiduría, me aconsejó que lo cambiara a una nueva maceta, y que lo pusiera en otro lugar del jardín. "Las zarzamoras y las rosas parecen buena compañía", dijo. Se me ocurrió que había algo de cierto en su aseveración, y mudé al pequeño a otra maceta. Hicimos todo lo que nos aconsejaron un par de jardineros expertos.

Diciembre llegó. No había cambios en el granado. Pensé que estaba realmente muerto, pero no tuve el corazón de tirarlo y lo dejé en su maceta, entre moras y rosas perfumadas.

Enero pasó, y yo tenía el corazón roto pensando que mi amigo había pasado a mejor vida.

Y luego, hace un año, en 2014, noté un día que pequeñas hojas comenzaban a crecer de las ramas que ya no lucían tan secas. Conforme pasaron las semanas, las hojas crecieron, y comenzó a llenarse de botones bermellones. No podía creer que estaba vivo, y por los dioses juro que sentí que me daba las gracias por no abandonarlo.

No podía creer que mi arbolito había sobrevivido, y pensé que si él podía lograrlo, yo también.

Las adversidades nos golpean fuerte, nos secan y nos tiran las hojas. Nos sacuden, y a veces, sentimos que nos están matando. No obstante, mientras tengamos alguien a nuestro lado, nuestras "rosas y zarzamoras", siempre podemos reponernos.

Antes, solía avergonzarme porque sin quererlo todas las plantas que llegaban a mi morían por una razón u otra, al punto de que solía bromear que era una "asesina vegetal en serie". Hoy, las plantas florecen a mi alrededor.

Puede ser el Druidismo. Cuando era Wicca, esta me hizo consciente de mí misma, pero el Druidismo me hizo consciente del mundo a mi alrededor. Me ha hecho consciente de la verdadera conexión entre el lugar donde vivo y yo.

Tal vez, algo en mí se ha curado. Creo que muchas personas viven sin notar a las plantas, y para ellos no son más que decoración o alimento.

Yo no puedo hacer eso. Este árbol me enseñó que un pequeño árbol es mucho más de lo que se ve a simple vista.

Una cosa que sé con seguridad es que Granadito está sano y vivo. Igual que yo misma.


Originalmente publicado en /r/druidism, Reddit, bajo el username cihuacoatl. Editado para su publicación aquí por la autora, Enodia.

Miach y el manto de Airmid

Cuenta la historia que en una cruenta batalla, el rey Nuada perdió su brazo y con ello su derecho a gobernar Éire. Pero Dian-Cecht, sanador de los Tuatha Dé Danann, se dio a la tarea de restaurar la extremidad perdida para que Nuada no tuviera que renunciar al trono.

Usando su poder, Dian-cecht fabricó un brazo de plata, y usando sus conjuros, lo asió al muñón e hizo que se moviera como un brazo real.

Sin embargo, Miach, hijo de Dian-Cecht, encontró que aquella solución era inapropiada, y junto con su hermana Airmid, se acercó al rey para restaurar su brazo usando su magia. Los hermanos usaron un viejo conjuro para sanar a Nuada.

Tres días y tres noches, los hermanos cantaron:

Hueso a hueso
Vena a vena
Bálsamo a bálsamo
Savia a savia
Piel a piel
Tejido a tejido
Sangre a sangre
Carne a carne
Tendón a tendón
Médula a médula
Centro a centro
 Grasa a grasa
 Membrana a membrana
Fibra a fibra
Humedad a humedad 1

 

Y así, Miach y Airmid hicieron que un brazo nuevo creciera del muñón herido. Y Nuada gobernó de nuevo, completo y más poderoso que nunca.

Pero esta cura le pareció horrible a Dian-cecht, pues estaba cegado por los celos al ver el enorme poder de sus hijos.

El sanador de los Tuatha dirigió su furia hacia Miach, y lo citó en una lejana pradera. El joven acudió gustoso al llamado de su padre.

Pero Dian-cecht lo recibió con una confrontación, y al ver que Miach se mostraba confundido por la sinrazón aquel arranque de ira, enfureció aún más. Discutieron, pues Miach no comprendía porqué su padre encontraba tan horrible el método usado para sanar al rey. Continuaron discutiendo, hasta que Dian-cecht perdió el control, y usando su espada le golpeó la parte superior del cráneo, cortando sólo la piel.

Miach, asustado por la reacción de su padre dio unos pasos para alejarse, y usando sus mágicas palabras, se sanó a sí mismo.

Entonces Dian-cecht dirigió de nuevo su espada hacia él, hasta llegar al hueso, pero Miach se sanó a sí mismo. El joven intentó huir, pero más enojado aún, Dian-cecht lo golpeó de nuevo, y esta vez la espada tocó las membranas del cerebro. Pero Miach se sanó a sí mismo.

Cegado ya por los celos y la ira, Dian-cecht entonces golpeó con fuerza el cráneo de Miach, partiendo en dos su cerebro. Miach murió al instante, aún sin entender que aquello era producto de los más viles celos.

La culpa embargó a Dian-cecht al ver el cuerpo de su hijo, pero en lugar de declarar su crimen, enterró el cuerpo de Miach en la parte más lejana de la pradera esperando que nadie lo encontrara.

Airmid, sin embargo, sabía que algo estaba mal. Algo le había ocurrido a su hermano.

Acudió a la pradera para buscarlo, encontrando sólo a su padre, quien parecía ocultar algo. Airmid lo cuestionó sobre el paradero de Miach, pero como respuesta obtuvo sólo mentiras. Airmid lo cuestionó de nuevo, pero Dian-cecht solamente guardó silencio. La sanadora lo cuestionó una tercera vez. Dian-cecht, dándose por fin cuenta de lo que había hecho, le mostró la tumba de su hermano.

La joven sanadora, embargada por el dolor, lloró amargas lágrimas sobre la tumba de su hermano Miach. Gotas saladas cayeron sobre la tierra, mojándola hasta que de las articulaciones del cuerpo de Miach comenzaron a crecer hierbas medicinales, 365 en total.

Airmid, sabiendo que su hermano le enviaba ese regalo desde la muerte, dispuso su manto en el suelo para comenzar a clasificar las hierbas de acuerdo a su uso, notando bien el lugar del que habían salido. Pero Dian-cecht, en un nuevo arranque de celos arrebató el manto de las manos de su hija, haciendo que la mayoría de las hierbas se dispersaran en el viento.

La sanadora apenas alcanzó a salvar unas cuantas, y prometió compartirlas con aquellos que las necesitaran. De las demás, sólo ella conoce los misterios que encierran.
Airmid se alejó con su manto y sus hierbas, para vagar por el mundo enseñando los secretos medicinales a aquellos que la escuchan. Y Dian-cecht, entendiendo que el poder de sus hijos prevalecería más allá del suyo, declaró: 

"Si Miach no es más, Airmid permanecerá".

Imagen de de Jim Fitzpatrick, obtenida en Searching for Imbas

 

Versión de Enodia, la Dama del Roble





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1. Las palabras Médula y Centro en el poema original vienen como Marrow y Pith, que quieren decir lo mismo, pero para evitar la repetición he traducido pith como "centro", refiriéndome un poco al centro energético del cuerpo.

Referencias:
Goddess of the Growing Green: Airmid of Ireland
The Second Battle of Magh Turedh