miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lo que una druida aprendió en su jardín.

Esto lo  aprendí de mi manzano.

El primer año que estuvo conmigo, mi manzano no se llenó de flores en primavera. El segundo año, tampoco. Permanecía algo flaco y larguirucho, lleno de hojas verdes y aterciopeladas.

Luego, un otoño, se llenó de flores rosadas y blancas, de perfume dulce y apacible.

Aprendí que no hay un tiempo correcto para florecer. No hay un "demasiado pronto" ni un "demasiado tarde". Los manzanos florecen en su momento justo.

Mi manzano no ha dado frutas.

Aprendí que hay quienes dan frutos más tarde, pero sus frutos no valen menos que los de los más precoces. Sé que serán bellos y deliciosos.

Eso es lo que aprendí de mi manzano.

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